ILLUMINATUS Y LOS FNORDS
Fragmento de la Trilogía Illuminatus
de Robert Shea y Robert Anton Wilson (Parte II: La Manzana Dorada, Libro Tres:
UNORDNUNG, Séptimo Viaje, o Netzach)
Traducción: Mazzu
Vi los fnords el mismo día que escuché por primera vez sobre el martini
plástico. Déjenme ser bien claro y preciso sobre esto, ya que en éste viaje
mucha gente es deliberada y perversamente oscura: no habría visto, o no podría haber visto los fnords si Hagbard
Celine no me hubiera hipnotizado esa noche en el platillo volador.
Había estado en casa leyendo los informes de Pat Walsh y escuchando una
nueva grabación del Museo de Historia Natural, y estaba añadiendo unas muestras
nuevas a mi colección de fotos de Washington-Weishaupt en la pared, cuando un
platillo apareció flotando afuera de mi ventana. Es innecesario decir que no me
sorprendió particularmente; había guardado un poco de AUM luego de lo de
Chicago y, contrariando las instrucciones del FLE, me lo había
autosuministrado. Después de conocer al Dealy Lama, por no mencionar a Malaclypse
el Más Viejo, y de ver al loco de Celine hablando realmente con gorilas, supuse
que mi mente estaba en un punto de receptividad donde el AUM detonaría algo
verdaderamente original. De hecho, el OVNI me decepcionó un poco; ya mucha
gente los había visto, y yo estaba esperando ver algo que nunca nadie hubiera
visto o imaginado.
Incluso fue aún más decepcionante cuando me abdujeron abordo y me
encontré con Hagbard, Stella y otra gente del Lief Erikson, en lugar de encontrarme con marcianos o con una delegación
insectoide de la galaxia del Cangrejo.
“Salve Discordia” dijo Hagbard.
“O salve Eris” respondí, siguiendo el patrón dos-tres para completar el
cinco. “¿Se trata de algo importante o solamente quieres mostrarme tu último
invento?”.
Para ser sincero, el interior del platillo era espeluznante. Todo era
no-euclidiano y semitransparente; sentía que iba a caer a través del piso y a
hacerme añicos contra el suelo allá abajo. Y cuando comenzó a moverse fue peor.
“No dejes que el diseño te perturbe” dijo Hagbard. Es mi propia
adaptación de la geometría sinérgica de Bucky Fuller. Es más pequeño y sólido
de lo que parece. No te caerás, créeme”.
“¿Este artilugio está detrás de todos los avistamientos de OVNIs que se
han reportado desde 1947?” pregunté con curiosidad.
“No exactamente” Hagbard rió. “Eso es un fraude, básicamente. Ese plan
fue creado por el Gobierno de los EEUU durante el primer mandato de Roosevelt,
una de las pocas ideas que tuvieron sin la inspiración directa de los
Illuminati. Una medida de reserva en caso de que pase algo con Rusia y China”.
“Hola nena” saludé a Stella suavemente, recordando lo de San Francisco.
“¿Serías tan amable de explicarme, con menos retórica y paradojas, de carajo
está hablando Hagbard?”.
“El Estado está basado en el miedo” dijo ella simplemente. “Si la gente
no temiera a nada, se daría cuenta de que no necesita esa enorme mano
gubernamental metida todo el tiempo en sus bolsillos. Así que plantaron el mito
de los platillos en caso de que Rusia y China colapsen por una disensión
interna, o que entren en guerra entre ellos y vuelen en pedacitos, o que sufran
alguna catástrofe natural inesperada como una serie de terremotos. Si ya no hay
enemigos para asustar a los estadounidenses, el mito de los platillos cambiará inmediatamente.
Habrá ‘evidencia’ de que vienen de Marte y planean invadirnos y esclavizarnos
¿Entiendes?”.
“Así que construí este aparato que me permite ir a donde quiera sin
interferencias” añadió Hagbard. “Cualquier avistamiento de esta nave, ya sea por
parte de un operador de radar con veinte años de experiencia o de una viejecita
de Perth Amboy, será desechado por el gobierno como un caso de autosugestión -
porque es algo que ellos mismos inventaron -. Puedo volar sobre ciudades como
New York o sobre instalaciones militares súper secretas, o sobre cualquier
maldito lugar que se me ocurra ¿No es lindo?”.
“Muy lindo, si” respondí, “pero ¿Para qué me trajiste aquí arriba?”
“Porque es momento de que veas los fnords”. Y entonces desperté en mi
cama a la mañana siguiente. Me hice el desayuno de muy mal humor preguntándome
si había logrado ver los fnords (sean lo que mierda sean) durante esas horas
borradas, o si los vería tan pronto saliera a la calle. Debo admitir que tenía
ideas bastante espeluznantes sobre ellos. Criaturas sobrevivientes de la Atlántida con tres ojos
y tentáculos que caminaban entre nosotros, invisibles gracias a algún tipo de
escudo mental, y que hacían trabajos secretos para los Illuminati. Era un
concepto desconcertante, aunque finalmente cedí al miedo y miré por la ventana
pensando que sería mejor verlos primero desde lejos.
Nada. Solamente gente ordinaria y somnolienta que se dirigía a tomar el
autobús o el subterráneo.
Eso me calmó un poco, así que preparé las tostadas y el café, y fui a
buscar el New York Times al pasillo.
Encendí la radio y sintonicé algo de Vivaldi en la WBAI , me senté, tomé una
tostada y comencé a leer la portada del diario.
Entonces vi los fnords.
El artículo hablaba sobre las interminables disputas entre Rusia y los
EEUU durante la asamblea general de la
ONU , y luego de cada cita directa del discurso del delegado
ruso, pude leer un “¡Fnord!” bastante destacado. La segunda nota era sobre el
debate en el congreso para retirar las tropas de Costa Rica; cada argumento
presentado por el Senador Bacon era seguido por otro “¡Fnord!”. Al pié de la
página había una editorial típica del Times
sobre el problema creciente de la contaminación ambiental y el incremento del
uso de máscaras de gas entre los neoyorquinos; los elementos químicos más
alarmantes estaban interpolados con un montón de “Fnords”.
De repente vi los ojos de Hagbard quemándome y escuché su voz: “Tu
corazón permanecerá en calma. Tus glándulas suprarrenales (tu adrenalina)
permanecerán en calma. Calma, todo en calma. No entrarás en pánico. Mirarás al
fnord y lo verás. No lo evadirás ni lo borrarás de tu mente. Vas a permanecer
en calma y vas a enfrentarlo”. Y más atrás, mucho antes: mi maestro de primer
grado escribiendo FNORD en el pizarrón mientras una rueda con un dibujo en
espiral giraba y giraba en su escritorio, giraba y giraba y su voz que decía
monótonamente
EL FNORD NO TE COMERÁ SI NO LO
VES,
NO VEAS EL FNORD, NO VEAS EL
FNORD…
Volví a mirar el diario y todavía podía ver los fnords.
Todo aquello estaba un paso más allá del condicionamiento de Pavlov,
pensé. El primer reflejo condicionado era experimentar una reacción de pánico
(o síndrome de activación) cada vez que encontrabas la palabra “fnord”. El
segundo reflejo condicionado era bloquear lo sucedido, incluso la palabra
misma, seguido por un sentimiento de angustia remanente que no podemos
explicar. Y, por supuesto, el tercer paso era atribuir esa ansiedad a las
noticias del diario que ya de por sí eran bastante malas.
La esencia del control es el miedo. Los fnords provocaban que toda una
población estuviera angustiada, atormentada por úlceras, mareos, pesadillas,
taquicardia y otros síntomas del exceso de adrenalina. Toda mi arrogancia
izquierdista y la apatía por mis paisanos se derritieron, y sentí una lástima
genuina. Me di cuenta por qué los pobres bastardos creían en todo lo que se les
decía, por qué aguantaban la polución y el transito abarrotado sin quejarse,
por qué nunca protestaban ni devolvían las agresiones, por qué nunca demostraban
mucha alegría, excitación, curiosidad o cualquier otra emoción humana normal,
por qué vivían perpetuamente con una visión restringida, por qué pasaban por
los barrios bajos sin notar la miseria ajena o el propio peligro… Entonces tuve
una corazonada y busqué los avisos comerciales del diario. Fue como imaginaba:
no contenían fnords. Esa era otra parte del truco: solamente a través del
consumismo, un consumismo permanente, la gente podía escapar de la amenaza
amorfa de los fnords invisibles.
Seguí pensando en eso camino a la oficina. Si yo le señalara un fnord a
una persona que no había sido desprogramada como Hagbard hizo conmigo ¿Qué
diría? Probablemente leería la palabra previa o posterior al fnord. “No, ésta palabra”, diría yo. Y aún así
seguiría leyendo una palabra adyacente ¿Se elevaría su nivel de pánico a medida
que la amenaza se acercara la mente conciente? Preferí no intentar ese
experimento; podría provocarle una fuga sicótica al sujeto. Después de todo, el
condicionamiento debía datar desde antes de la escuela. No me extraña que todos
odiemos tanto a nuestros profesores: tenemos una idea leve y difusa de lo que
nos han hecho al convertirnos en fieles sirvientes de los Illuminati.
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