¿Quién era
Wylfrid Wojnicz?
Fragmento de El manuscrito Voynich, de Marcelo Dos Santos, 2005
Wojnicz, preso
El
hombre cuyo apellido terminaría asociado para siempre al misterio del
manuscrito es, en sí mismo, también una figura misteriosa y difícil de
estudiar, muy adecuada a las complejidades y tinieblas que envuelven a la obra
que le dio fama. Fue bautizado Wylfrid Michal Habdank-Wojnicz, y tenía
ascendencia polaca, como demuestra su apellido. En efecto, Habdank es el nombre
de un clan heráldico polaco.
Wylfrid
Wojnicz nació el 31 de octubre de 1865, la víspera de la fiesta de Todos los
Santos, en la ciudad de Kaunas (Kowno), cerca de Grodno, Lituania. Era hijo de
un oficial subalterno del ejército polaco, y el magro salario de su padre le
permitió estudiar y llegar a las universidades de Varsovia y San Petersburgo.
Su talento innato para las ciencias le ayudó, muy joven, a graduarse como
químico en la Universidad de Moscú, y obtener más tarde una licencia para
ejercer la farmacia.
El
compromiso político con los nacientes ideales del comunismo y el anarquismo irrumpieron
pronto en su vida: la influencia de Marx y Engels, así como la simpatía por los
escritos anarquistas de Bakunin, lo arrastraron hacia el bando revolucionario y
a la organización clandestina Narodnaya Volia (literalmente, “la voluntad del
pueblo”), en donde, según algunos autores, también militaba Stepniak, nombre de
guerra del miltante anarquista Serguéi Kravchinski. La Volia tenía la
particularidad de ser la única organización revolucionaria rusa que preconizaba
el terrorismo como método para realizar la revolución socialista.
En
1885, Wojnicz regresó a Varsovia para unirse a la organización revolucionaria
polaca Proletarjat, que había formalizado un pacto con su análoga rusa un año
antes. En Proletarjat, Wylfrid conoció a revolucionarios de renombre, como Rosa
Luxemburgo. Allí militaba, además, un colega de su padre que había acabado
siendo disidente y prorrevolucionario, el teniente coronel Bielanowsky. Éste,
tras advertir que Wojnicz procedía del extranjero, y admirando la perfección
con que hablaba el ruso – sin rastro de acento polaco -, lo reclutó para una
peligrosa y difícil misión que debía llevarse a cabo de inmediato.
Bielanowsky
prestaba servicios en la Ciudadela, en cuya cárcel el estado polaco tenía
prisioneros a dos revolucionarios sentenciados a muerte: Piotr Bardowski, de
cuarenta años, y Stanislaw Kunicki, de tan sólo veinticinco. La idea era
ayudarles a fugarse. Bielanowsky entregó a Wojnicz las contraseñas para entrar
en la Ciudadela, y juntos elaboraron un minucioso plan de fuga para sus
camaradas condenados.
Sin
embargo, un traidor los delató. Cuando intentaron huir descubrieron que las
tropas los estaban esperando. El plan fracasó, y Bardowski y Kunicki fueron
ejecutados en la horca el 28 de enero de 1886. Wojnicz y otros revolucionarios
fueron arrestados y enviados a prisión.
Horrorizado
por las muertes de los dos compañeros que él debía haber salvado, Wylfrid
Wojnicz medía con largos pasos la estrecha celda en la que lo habían confinado,
observando a través de los fuertes barrotes de la ventana la plaza de armas
donde se levantaba el patíbulo que acaso también lo esperaba a él.
El
domingo de pascua de 1887, Wojnicz vio pasar a una muchacha, delgada y elegante
en su vestido negro. Era muy joven y, a pesar de la distancia, el miserable
prisionero quedó embelesado por su melena rubia y su altiva belleza.
La
imagen de la muchacha quedó grabada en su mente: esta visió acompañó su triste
vida de preso sin esperanzas. Desesperado, Wojnicz pensaba en el cabello de la
joven desconocida mientras aguardaba el proceso que, quizá, terminaría con su
vida.
El destierro de Wojnicz
La
sentencia del tribunal llegó en mayo de 1887, y el lituano salvó su vida pero
no su libertad: la sentencia fue el destierro a la gélida y remota Siberia
Oriental. Viéndose a sí mismo como un triste personaje de una novela de Gorki, recaló
en Irkutsk, a orillas del río Angara y del lago Baikal, ubicada a pocos
kilómetros de la frontera con Mongolia. Allí se encontró con una familia
apellidada Karauloff, también simpatizantes del bolchevismo y amigos de
Stepniak, que habían sido desterrados como él.
Todos
en Siberia deseaban escapar algún día, y tramaban complicados planes para
lograr tal objetivo. Los Karauloff informaron a Wojnicz que el anarquista ruso
Stepniak había conseguido escapar contra todo pronóstico a los pogromos que
siguieron al fallido intento de fuga de Bardowski y Kunicki y que ahora vivía
sano y salvo en Londres. Dieron al joven la dirección de Stepniak, y lo
animaron a fugarse a Inglaterra para trabajar con él. Los Karauloff también le
pidieron algo que el muchacho no comprendió en el momento, pero que tendría un
alcance trascendental en su vida futura: “cuando llegues a lo de Stepniak en
Londres, saluda a Lily Boole de nuestra parte”.
Huida a Londres
Varios
años sufrió Wojnicz el destierro: sólo en 1890 pudo escapar subrepticiamente de
Rusia, y a pie, en carro, o en bicicleta consiguió alcanzar Hamburgo. No tenía
un centavo y no hablaba el idioma, pero sabía que tenía que sobrevivir para
llegar a Londres. El hambre era su problema más urgente, de modo que vendió su
único abrigo y sus gafas para comprar arenque ahumado y un pan. Con el dinero
sobrante adquirió un pasaje de tercera clase en un viejo y destartalado barco
que transportaba fruta a Londres, y se puso en marcha.
Hasta
la misma naturaleza pareció confabularse contra el pobre fugitivo: en medio del
mar, varias tormentas golpearon la cáscara de nuez en que viajaba, amenazando
con echarla a pique. Sin embargo, el químico consiguió por fin alcanzar la
costa inglesa.
Nada
más desembarcar, Wojnicz comprobó con desazón que los tres idiomas que él
hablaba – ruso, polaco, y lituano – de nada servían en Londres. Wylfrid escribe:
“sucio, hambriento, y miserable abandoné los muelles y llegué hasta Commercial
Street”. Allí, sin saber una palabra de inglés, detenía a los transeúntes
mostrándoles con desesperación el papel con las señas de Stepniak que los
Karauloff le habían anotado.
De
pronto un joven se detuvo junto a él, lo escuchó por un instante y le respondió
en perfecto ruso. La alegría de Wojnicz no tuvo límites. Su salvador era un
estudiante judío que le preguntó qué deseaba. Alborozado, Wojnicz explicó al
muchacho su problema, y el estudiante se ofreció a acompañarlo hasta la
dirección escrita en el papel.
Stepniak
abrazó al amigo y colaborador y, con lágrimas en los ojos, lo hizo pasar. Una
vez dentro, Stepniak le presentó a Wojnicz una hermosísima muchacha, de grandes
ojos azules y preciosa cabellera rubia. Su nombre era Lily Boole.
Lily Boole
Ethel
Lilian Boole había nacido en la ciudad de Corck, Irlanda, el 11 de mayo de
1864, de modo que tenía sólo veintiséis años cuando conoció a Wojnicz en casa
de Stepniak. Era la quinta hija del matemático y filósofo George Simon Boole y
de Mary Everest Booole, pedagoga, matemática, y bibliotecaria sumamente
interesada en las doctrinas espiritistas.
El
trabajo del padre de Ethel Lilian (fue conocida durante toda su vida por su
nombre de guerra, Lily) es esencial para el mundo en que vivimos. Su obra Análisis Matemático de la Lógica,
publicada en 1847, constituye la base de toda la tecnología digital del siglo
XXI.
Desgraciadamente,
George Simon Boole murió muy joven, cuando la más pequeña de sus cinco hijas,
Lily, tenía apenas siete meses de edad, dejando a su esposa Mary en la más
absoluta miseria. El estudioso polaco Rafal T. Prinke, uno de los más
documentados biógrafos del matrimonio Voynich, afirma que Mary Everest
consiguió un trabajo como bibliotecaria en el Queen’s College, donde su tío
materno, John Ryall, ocupaba la cátedra de griego clásico y también la
vicedirección. Decidida a impedir que sus hijas se muriesen de hambre, Mary
obtuvo una recomendación de su tío, y con su vasta cultura y su capacidad
consiguió el empleo.
Pero
el salario de un bibliotecario no alcanzaba, por aquellos tiempos, para
mantener y alimentar a una mujer y a cinco niñas pequeñas. En 1872, cuando Lily
contaba con ocho años de edad, Mary Everest envió a la menor de sus hijas a
vivir con su tío paterno, Charles Boole, gerente de una mina de carbón en
Lincolnshire. Sin embargo, se cree que Charles Boole fue posiblemente un
psicótico violento y maníaco religioso que disfrutaba azotando a los niños.
Muchos años después, Lily Boole describe al hermano de su padre como un hombre “sumamente
religioso... y sádico”, y relata en detalle cómo la golpeaba permanentemente y
sin motivo.
La
pesadilla y el suplicio de Lily se prolongaron durante dos años. En 1874, a los
diez años de edad, sufrió un colapso nervioso provocado por los golpes y el
maltrato. La crisis fue tan grave que, ante el temor de que la pequeña muriese,
su tío la envió de regreso a Londres para que viviera con su madre.
Pero
todo cambiaría pronto. Al cumplir los dieciocho años, Lily recibió una herencia
que, sin ser cuantiosa, le permitiría vivir dignamente y cumplir el sueño que
había acariciado en su infancia: estudiar música. La bella adolescente viajó a
Alemania y consiguió matricularse en una de las mejores escuelas de música de
la época, la Hochschule der Musik de Berlín. Durante los tres años que pasó
allí, Lily descubrió una nueva fascinación que la acompañaría muchos años: la
política. Su primera aproximación a El Príncipe
de Maquiavelo la llevó a profundizar en teorías y doctrinas políticas cada vez
más radicales, hasta toparse con una obra que le impresionó especialmente: Underground Russia (La Rusia Subterránea), de Stepniak.
Ethel
Lilian regresó a Londres en 1885, y cimentó una entrañable relación con su amiga
Charlotte Wilson, teórica del anarquismo británico y dirigente de Fabian,
primera organización socialista europea en la que militaban, entre otros, sir
George Bernard Shaw, H. G. Wells, y sir Bertrand Russell. Charlotte era amante
del célebre príncipe ruso Piotr Kropotkin, el filósofo, ideólogo, y virtual fundador
del anarquismo internacional, que vivía como refugiado en Londres tras haber sido
expulsado de numerosos países.
A
comienzos de 1886, Lily deseaba visitar las organizaciones clandestinas
comunistas y anarquistas en Rusia. Como no conocía el idioma, solicitó a
Charlotte que la pusiera en contacto con Kropotkin para que le enseñara su
lengua. Su amiga le dio a elegir entre dos soberbios profesores de ruso y
líderes anarquistas: Kropotkin y Serguéi Stepniak
Kravchinski. Stepniak había asesinado al general Mezenzov, jefe de la siniestra
policía secreta zarista en 1878, un crimen político que le había valido una
sentencia de muerte en su propio país. Había huido a Italia, donde había
ayudado a organizar la revolución, y luego a Herzegovina, donde sus actividades
revolucionarias le habían hecho merecer otra condena a la horca. Sin embargo, había
conseguido escapar, y ahora vivía en Londres como refugiado y perseguido
político.
Entre
Kropotkin y Kravchinski, Lily eligió a este último, y junto a su hermana Lucy
Boole se hicieron íntimas amigas de Stepniak y su esposa. Stepniak enseñó
ciencias políticas y ruso también a Lucy. La capacidad lingüística de Lily era
tan enorme que llegó a dominar, en un tiempo increíblemente corto, el idioma
que Kravchinski le enseñaba. Stepniak llamaba a Lily, cariñosamente, Bulochka
(Rollito). Se trata de un doble juego de palabras entre los michelines (aunque
Lily era alta y delgada) y la obvia similitud fonética del apodo ruso con el
apellido Boole.
La
relación entre Lily y Stepniak se convirtió, también, en una profunda
colaboración profesional. El exiliado prologó la mayor parte de los libros de
Lily y escribió dos prefacios a las traducciones que ella publicara más tarde.
El estilo literario de Stepniak se descubre claramente en la obra de Ethel
Boole, y su influencia política marcó su vida para siempre.
Lily
conservó la amistad de Kropotkin hasta la muerte de este en 1921, y conoció y
frecuentó también al otro teórico del anarquismo, el revolucionario italiano Enrico
Malatesta. Ethel Lilian Boole escribía, muchas décadas después, que Kropotkin y
Malatesta eran “los dos únicos verdaderos santos” que ella había encontrado
sobre la Tierra.
Tras
estudiar anarquismo y ruso con Stepniak durante dos años, Lily viajó finalmente
a Rusia en 1887, acompañada por las hermanas de Fanny Kravchinskaia, la esposa
de Stepniak. Debía llegar a San Petersburgo vía Varsovia, y se detuvo en esta
última ciudad en la mañana del domingo de Pascua. Pasó frente a la prisión de
la Ciudadela y se entretuvo durante un instante en mirar el edificio, sin saber
que desde una de las ventanas embarrotadas un triste prisionero la observaba,
grabando en su mente cada detalle de la portentosa hermosura de la joven.
Stepniak
le había dado la dirección de su cuñada Preskovia a Lily, a fin de que la
inexperta joven británica se alojara con alguien de total confianza. Preskovia,
una notable médica de San Petersburgo, estaba casada, pero su esposo se
encontraba preso en la fortaleza de Schlizeburg por sus actividades
revolucionarias. Su nombre era Vasili Karauloff.
Durante
su estancia en Rusia, Lily se ganó la vida dando clases de inglés, hasta que, a
principios del verano, Preskovia la invitó a viajar con ella a la provincia de
Pskov para brindar asistencia médica gratuita a los campesinos y obreros
indigentes. De ese modo, el servicio social también comenzó a ser parte de la
vida de Lily. Al año siguiente, en 1888, Lily decidió que no tenía por qué
evitar al enemigo si podía obtener de él algún beneficio para su causa. De tal
forma, pasó otro verano dando clases de inglés a los hijos del chambelán del
zar en su residencia de Vorónezh.
El
14 de mayo Lily asistió al funeral del escritor revolucionario
Saltikov-Schedrín y volvió a San Petersburgo a compartir la angustia de
Preskovia mientras esperaba la sentencia de su esposo Vasili. Por suerte la
condena no fue de muerte, sino de exilio a Irkutsk, y Lily lloró mientras veía
a Preskovia y los suyos subir al tren que los conduciría a Siberia. A juzgar
por lo que dijeron a Wojnicz tiempo después, los Karauloff nunca olvidaron a
Lily Boole.
Ya
de regreso, Ethel Lilian fundó con Stepniak la Society of Friends of Russian
Freedom (Sociedad de Amigos de la Libertad de Rusia), un grupo de anarquistas
rusos en el exilio, y editó con él el órgano oficial de la asociación Free Russia (Rusia Libre), una publicación mensual revolucionaria editada por la
Russian Free Press Fund (Fundación para la Prensa Libre Rusa). En las reuniones
de la casa de Stepniak, Lily conoció a muchos líderes comunistas, anarquistas y
revolucionarios. Así trabó conocimiento con el autor del Manifiesto Comunista, Friedrich Engels, fue amiga de Eleonor – la hija
de Karl Marx -, departió muchas veces con el soberbio filósofo y escritor sir
George Bernard Shaw, se relacionó con los más importantes exiliados rusos como
Plejánov, Minski y Luniev, conoció a William Morris y fue amiga y confidente de
Oscar Wilde.
De
este modo transcurrió la vida de Lily Boole en Londres hasta que, en una fría
noche de 1890, unos golpes a la puerta de la casa de Stepniak llamaron su
atención. Al abrir, dos jóvenes esperaban ver al dueño de casa.
El reencuentro
El
estudiante judío manifestó a Stepniak y a Lily que había encontrado al otro,
aparentemente polaco, vagabundeando por East End, y que afirmaba ser un
refugiado político escapado de Siberia.
Mientras
Stepniak interrogaba a Wojnicz acerca del otro muchacho – al fin y al cabo él
debía proteger su seguridad y la de su familia -, Lily observó que el recién
llegado no le quitaba los ojos de encima.
En
determinado momento, el joven polaco le hizo una extraña pregunta:
-
¿Estaba usted, señorita, frente a la Ciudadela de Varsovia en la mañana del
domingo de Pascua de hace tres años, en 1887?
Ella
respondió afirmativamente, sorprendida. A continuación, los asombrados
presentes se enteraron de que Wylfrid había visto a Lily desde su celda,
supieron de las penurias de su condena, ostracismo y fuga, de su relación con
los Karauloff en Irkutsk, y de los saludos que Preskovia había enviado a Lily
en caso de que Wojnicz consiguiese llegar a casa de Stepniak.
Más
tarde y a solas, Lily supo también que su imagen – vestido negro, cabello rubio
– nunca se había apartado de la mente de aquel joven, y que el recuerdo de la
belleza entrevista apenas, como una imagen soñada pero nunca perdida, lo había acompañado
a través de su penosa historia de miedos, persecuciones, hambre, y soledad.
Se
casaron un año más tarde.
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